jueves, diciembre 02, 1993

La estancia (poema a tres tiempos)

Vestida de púrpura y oro
Esta romántica estancia,
Adornada con asientos
Y muebles de ébano toro,
Jarras de azul cristal,
Porcelana en taza y plato,
Terciopelo negro y raso
adornando el ventanal...

La lámpara araña espera
a que una víctima sombra
caiga en la luz codiciosa
de su entrelazada trenza.
Ya dentro, puerta cerrada,
Susurro de los pasos tristes
Sobre la alfombra oriental.
Vano abierto: una ventana.
El soplo del vil viento
Agita cruel las cortinas
Y encuentra paso la lluvia
Que llora en el aposento.
Los libros duermen callados,
Obedientes al silencio,
Guardando en sus blancas almas
El pesar de los letrados.
La Ciencia aguarda sombría,
Bajo el velo soñoliento
Del polvo gris y olvidado
Que baña la estantería,
A que el curioso lector,
Sediento de saber y gloria,
Descubra sus hondos secretos
Y sea conocedor.




En la pared encarnada,
La moldura áurea y sobria
Guarda a la dama sedente,
Vestida en seda rosada,
Junto a un río imaginario
En cuyas aguas heladas
Flota sin rumbo concreto
Un vagabundo sudario.
Mira el cuadro el visitante,
Proyectando en él su imagen
De aterciopelada brea.
Tras la luz titubeante
De la lámpara herrumbrosa
Que sangra junto a la puerta,
La sombra apaga el color
Del vestido de óleo rosa.
Un lobo aúlla y, hambriento,
Deja en la noche el aviso
Ululando triste y frío
Haciendo coro a los vientos.
Se oye al espectro inmortal
Y la piel se alza asustada.
Se aleja la sombra del cuarto,
Atravesando el umbral.