lunes, septiembre 30, 1996

Odisea

Atravesaste el espacio,
nebulosas y galaxias,
también agujeros negros,
para llegar a Arcadia,
ese lugar de cuento
con que soñabas de noche,
que pedías en silencio
a los planetas y a los soles.

Llegaste a Q'Nos y a Bajor
en tu larga travesía.
Preguntaste a los vulcanos
si la ruta conocían..
Triste y desesperanzado
regresaste a la Tierra.
Te encerraste en tu cuarto
y miraste a las estrellas.

Y en tu ventana, de pronto,
viste a través de la vía
en otro vano, otro rostro
que, curioso, sonreía.
Atravesaste el espacio
para llegar a Arcadia
sin saber que ella vivía
a sólo cinco minutos
de la puerta de tu casa.

miércoles, septiembre 25, 1996

DC9 (poema en una bolsa pa'l mareo)

Llevo una hora encerrada
en este avión.
Me cae gorda la azafata,
no tiene educación.
Estoy sentada en la ventana,
Oigo el ruido del motor,
Y a mi lado un viejo sordo
No escucha mi canción.
En el asiento de delante
hay dos lesbianas que hablan.
Se me antoja que en inglés,
deben ser americanas.
Una rubia encangrejada
baja la mesa y escribe.
(Y todavía me pregunto
de qué cojones se ríe)
La cabina está vacía
y los baños no funcionan.
Dos filas más al fondo
veo rezar a una monja.
Hay parejas que se besan
tras su luna de miel.
Y yo pienso en tus mejillas
y en besarte otra vez.
Han traído la lasaña
con queso blanco y pan
y una tarta algo extraña
que no pienso probar.
De beber: coca sin hielo
y un poco de café.
(Si me ofrece la azafata,
también tomaré té)
Estoy en un DC-9
camino de Miami
Y sólo pienso en verte pronto
¡hay tanto que contarte!
Hasta dentro de unas horas,
en que llegaré a Alicante,
no podré sentir tus labios
ni tampoco abrazarte.
Tras una hora de vuelo,
¡qué desesperación!,
te escribo esto, Pablo,
a bordo de este avión.
Y sabrás lo que te extraño
y sabrás lo que te quiero
(Y también quien utilice
esta bolsa pa’l mareo)

domingo, junio 02, 1996

A Miguel Hernandez

Si dicen que soy un árbol,
Que mis hojas son marchitas
Y mis frutos, de tristeza,
Yo le digo a aquel poeta
Que lloró así lo que amaba,
Que decía la verdad.
He visto tus tres heridas
De angustiosa soledad.
Las nanas de la cebolla,
Que con sangre en la garganta,
Cantaste por tu libertad.
Porque en mi prisión de asfalto
También me siento cautiva
Y veo, día tras día,
Esos muros de homenaje
con tu recuerdo grabado.
Porque en la paz y en la guerra,
En los treinta, en los noventa,
El sentimiento es el mismo
Y oigo una guitarra lenta
Llorar por tu mano muerta.
Con García Lorca y Machado,
Tu rostro fiel se refleja
En la pared del presidio,
Aquella que homenajea
A nuestro ilustre paisano:
Miguel Hernández, poeta.